Preocupaciones por la memoria
De un tiempo para acá mi memoria a largo plazo empieza a funcionar de nuevo, algunas cosas que parecían perdidas para siempre entre el amasijo de neuronas veteranas han vuelto a aparecer en mi memoria, otro sintoma alentador es despertar con el recuerdo nitido del sueño interrumpido.
En cuanto a los sueños, me gusta comprobar que en mi cabeza existe una ciudad imaginaria que he recorrido en distintas etapas de mi vida, ayer volví a soñar con un bar inexistente entre la 16 de septiembre y la vicente guerrero, ese bar que parece edificio de principios del siglo XX tiene unas escaleras en el exterior, el piso es verde oscuro y casi negro, una barra rectangular y nada de mesas, lo curioso es que el bar es amplio y sólo la barra esta iluminada con una blanca luz celestial, todo lo demas es oscuro y difuso, no se alcanzan a ver nada mas allá de lo que ilumina la barra. Me gusta soñar con ese bar que no existe, que yo recuerde nunca he bebido un trago en ese bar, pero siempre que llego el dueño y sus parroquianos me saludan o nos saludan en caso de que llegue acompañado.
Me gusta pensar que mi memoria esta volviendo a funcionar, que no todo está perdido y que poco a poco los buenos y malos recuerdos terminarán ordenados en los cajones de mi craneo. Sigo con la idea de que pronto se inventará un aparato que grabe nuestros sueños, la imagen es realmente lo que hace falta para que no olvidemos de inmediato el sueño interrumpido, los diarios de sueños no funcionan, al menos no a mi, algunos esotericos dicen que funcionan para resolver nuestros problemas, para tener un avistamiento del futuro, que los sueños en su conjunto pueden darnos señales de lo que sucede a nuestro alrededor y que nosotros no percibimos a nivel consciente. El asunto es que me alegra ver que mi memoria regresa poco a poco.
El viernes pasado mirando la noticia de la bebé que sobrevivió en un bolsa de plástico lanzada al mar, Vera me contó una historia desconocida donde yo era el protagonista, en la casa de san lorenzo yo rescaté a un cachorro que habían lanzado igual que a la bebé de brásil, envuelto en una bolsa fue tirado en una toma de drenaje de un metro y medio de profundidad que estaba en un extremo de la casa, los lamentos del cachorro me hicieron buscarlo, lo que sospechaba es que el animalillo estuviera atorado entre los muros, debajo de un auto o en cualquier otro lado menos ahí, cuando descubrí dónde y cómo estaba me pareció un gesto bastante inusual y cruel, lo saque con dos ganchos de la ropa, lo lavamos con agua caliente y tratamos de alimentarlo con un biberón que compre en la farmacia, el cachorro tenía a lo mucho un día de nacido, tenía los ojos cerrados y estaba muy débil, no lo resistió, murió a la tarde siguiente. El pequeño Diego, quien había visto todo el alboroto que causo el fugaz habitante de la casa preguntó inmediatamente donde estaba, dice mi esposa que hasta le había puesto nombre. La historia es triste porque me demostró que a veces al destino no lo detiene nada, que a veces intervenir es inútil, en eso estaba cuando Vera me dijo que al menos había pasado sus últimas horas tratado con respeto y cariño, que al menos tres pares de manos acariciaron su pequeña cabeza, en fin que se fue con una mejor impresión de este pinche mundo que lo lanzó a la mierda en cuanto nació.
Al final pensé que Vera tenía razón, lo triste es que si no es por ella, jamás me hubiera acordado del asunto.
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