miércoles, enero 17, 2007

Mi reino por un kilo de tortillas:


La verdad no soy un gran consumidor de tortillas, en casa a lo mucho compramos un kilo los sábados. Aún así, la mayoría de los antojos que uno se atraca en la calle son hechos con tortillas: tacos, enchiladas, chilaquiles. Aparte de eso, soy consiente de que la mayoría de las personas consume tortillas todos los días y en grandes cantidades.
Lo que no entiendo es todo el asunto económico que rodea a la alza del precio de este producto, en las editoriales de los periódicos leo que la tonelada de maíz al mayoreo va de los 1400 a los 2000 pesos, alguien habla de la liberación del precio, otro tipo sugiere abrir la importación de grano, otros dicen que hay que evitar la entrada de granos transgénicos, el úlimo que leí habla de que el maíz aumentó su precio porque Estados Unidos lo ve como el combustible del futuro y lo está usando para producir etanol.
Y yo sigo buscándole la forma al gato, a ver, si 1000 mexicanos ponen 2 pesos pueden comprarse una tonelada de maíz, falta molerlo y el agua para la masa, tal vez salga más caro el asunto por ahí.
Tan mal anda la producción de maíz en nuestro país? Entonces los que habitamos la ciudades o nos creemos todo lo que sale en la tele o realmente nos importa un carajo lo que le pase al campo mexicano. ¿Ahora resulta que tenemos que importar grano? ¿De EstadosUnidos? La idea no es tan mala, el maiz de allá es sembrado y cultivado por mano de obra mexicana. Injusticia poética le dicen a esto. Además los paisanos pueden sugerirle a Western Union que aparte de dolares tambien puedan mandarnos tortillas gabachas, así tendría más sentido la palabra remesas
Estados Unidos buscando una fuente alternativa de combustible? Esa si es intragable, ahora falta que mande campesinos mexicanos a Irak a sembrar en el desierto.
La verdad, de todo esto no entiendo nada, no daría mi reino por un kilo de tortillas, pero le invito unas chelas a quien me explique como si yo fuera un niño de cuatro años todo este asunto. Pues como dije hace unos días Del aumento a las tortillas yo no entiendo ni maíz

martes, enero 16, 2007

La ciudad sobre ruedas:


El lugar común al hablar de una ciudad es su transporte público, las obviedades van desde los aromas hasta los sonidos. No falta alguien entre el grupo de escritores que considere original escribir un cuento sobre estos asuntos, la mayoría de estos ejercicios no pasan de ser una crónica urbana llena hasta el tope de chistes baratos y de cosas que la mayoría conocemos, en pocas palabras, un texto absolutamente innecesario.
Hasta ahora sólo un escritor local ha logrado algo interesante. Deimos Arredondo, del que ignoro que se encuentre haciendo ahora, hace un buen par de años nos presentó un cuento estupendo, la formula es simple pero lo suficientemente original como para pasar a la historia como uno de los mejores cuentos que se hayan escrito sobre el transporte público.
De qué trata. De algo muy simple: un hombre sube a una rutera, nota que los pasajeros conforme transcurre el recorrido pasan de un estado de animo amigable, incluso alegre, a una tristeza que raya en el abandono y la resignación, el personaje principal descubre la razón de esto cuando intenta bajar de la rutera, el chofer rie, los pasajeros rien y el se da cuenta de todo, nadie ha logrado bajar de ese vehículo que al final del cuento atravieza la ciudad entera, sale de ella y sale del cuento para siempre. Fin de la historia.
Dado que la intención de la mayoría de los escritores jovenes es precisamente escribir un cuento sobre el transporte público, van tres ideas y al final unos consejos para que logren, tal vez no el mejor cuentos de sus vidas, pero tomando cualquiera de estas ideas, al menos evitarán escribir el peor.

Primer idea: Una de vampiros
Mi ceguera me impide ver las cosas con claridad, así que en la distancia ya he aprendido a distinguir si los camiones vienen llenos o vacios, si el interior se ve opaco viene lleno, si se ve claro esta vacío, hasta ese día que les cuento eso es lo que tenía por seguro. En esa ocasión que les platico el interior del camión más que verse opaco se veía oscuro, -este camión viene hasta la madre- me dije. Igual lo detuve, mi sorpresa fue total al descubrir que el camión venía casí vacío, un polarizado excesivo en cada uno de sus ventanas provocaba la sensación de que en el interior de ese camión era de noche, era las 10 de la mañana, el cielo totalmente despejado, tomé asiento y me dispuse a recorrer la ciudad en una noche perpetua y ajena al mundo, lo primero que se me vino a la cabeza fue –acabo de subirme al camión de los vampiros-, sentí un breve temor, y ya dentro de la ficción personal, me resulto agradable que el chofer se detuviera ante mi señal de alto: un camión de vámpiros no dejaría subir a cualquiera.

Segunda idea:Las apariencias engañan
Una anciana se sube al camión y nos saluda a todos, nos desea un feliz año y va a sentarse hasta el fondo. La mujer es delgada, viste un abrigo grueso y pesado, no deja de hablar, tanta amabilidad sólo me provoca pavor, estoy seguro de que va a sacar una pistola y a pronunciar las famosas palabras funebres: esto es un asalto.
Luego me doy cuenta que es una anciana vivaracha y hablantina, tomó esta rutera porque no quiere caminar demasiado, va a otro lugar por el que esta ruta no pasa, pero la deja cerca, el cuento puede ir por los dos lados: el hombre que es un mar de nervios, o la anciana que decide no asaltar ese camión pues todos le respondieron el saludo: “voy a tomar la Zaragoza mija, porque esas siempre van bien llenas”

Tercera idea: La ruta perfecta
En invierno, gracias al cambio de horario, en esta ciudad empieza a oscurecer a las 5:30 de la tarde, para mi es algo que no tiene definición, es fantástico pero tambien tenebroso, en menos de treinta minutos la tarde se vuelve noche, así y yo camine lo más rápido que pueda, la noche siempre llega primero a mi casa.
Subo a un camión mas oscuro que el de los vámpiros, tiene cortinas rojas en todas las ventanas, y el techo para no desentonar sólo tiene focos rojos, antes de sentarme compruebo que traigo la cartera en uno de mis bolsos traseros y me pregunto cuanto costará la cerveza. Las canciones de Los Bukis, las luces rojas y los cuatro tubos sin brillo que hay al centro del camión no me dejan duda alguna: acabo de subirme a la ruta de la noche vil y pachanguera, sin querer abrí la puerta de mis pesadillas y de mis sueños, una cantina, un congal de seis ruedas dispuesto a sonsacarme, a ignorar el sitio donde debo solicitar mi descenso, la cabeza me da vueltas y de pronto veo a todos los pasajeros fumando y bebiendo cerveza, una mujer que tuvo mejores carnes en el pasado bailando al fondo de la rutera, el chofer haciendola de mesero en cada luz roja de los semaforos. Varías mujeres que viajan al frente de vez en cuando se levantan y le piden a uno de los pasajeros que les inviten un trago: hijole mi reina, es que ya mero me bajo, si no, me caí que si te invitaba un trago.
La noche es perpetua, el viaje es infinito “aquí nomas se bajan los que se rajan” decimos todos, hasta que se nos acaba la noche o la gasolina, lo que suceda primero.

Ahora vienen los consejos: Stephen King sugiere, como primer práctica obligatoria, que todo escritor que inicia, lo haga escribiendo de cosas que conoce, es decir, de todo aquello de lo que tenga conocimiento de primera mano, sin embargo, no se trata de contenerse, sino de explotar esa cualidad que nos ofrece nuestra vida diaria, el ejemplo que da King en su libro On Writing es muy simple, pero no deja de ser peculiar: supon que eres plomero, no sólo escribas cuentos sobre lo que sucede en tu rutina real, esfuerzate un poco e intenta un cuento donde eres plomero en una estación espacial, o el único plomero que existe en un mundo donde escasea el agua, agrega un poco de imaginación a lo que haces y puedes crear un cuento genial.
No estoy seguro, pero creo que de un ejercicio así surgió una de las mejores cintas de ciencia ficción, estoy hablando de Brazil, dirigida por Terry Gilliam, todo lo que sucede ahí surge de un error burocratico y de un empleado de mantenimiento.
Sin ser demasiado cinico, pero si demasiado sincero, lo único que necesita un cuento para ser bueno, es un buen escritor. Lo que quiero decir es que todo sucede ante nuestros ojos, todo lo que le es ajeno a los medios resulta fantastico e interesante, sólo hay que poner atención, no dejarse llevar por lo obvio y menos por lo rutinario de nuestros actos, la maravilla aguarda detrás de cada objeto, criatura o persona que vemos cada dia, pero esta dispuesta a darle todo a quien sea capaz de encontrarla.
Para la mayoría de sus frecuentes usuarios la rutera es sólo una parte más de su rutina, pocos son los que aun tienen la capacidad de entender que cada rostro es dueño de una historia.
Un escritor con la intención de trascender, debe entender que para habitar el mundo sólo es necesario tomarse en serio el papel de pasajero común, para alejarse de la gente hay que empezar por confundirse en ella, para ser distinto a los demas, primero hay que hacernos igual a todos, y después de eso, seguir fingiendo, hacernos transparentes. Sólo estando ahí, en las profundidades del todo y de la nada puede surgir un buen cuento, un poema.
En la multitud, yo prefiero ser un fantasma como todos, y no uno de esos personajes en los que nadie se reconoce


Los terribles desconocidos
(sobre ruedas tambien)


Medio en broma y medio en serio sigo creyendo que la gente al subirse en un auto se vuelve estupida, algo sucede, simplemente se suben a ese movil montón de fierro y todo deja de existir para ellos: los peatones, las señales de tránsito, el tiempo, los demás autos.
No creo que se vuelvan animales porque hasta ahora no he visto el mismo comportamiento en un animal encima de un auto, tu pones un tigre o un tapir en un auto y puede sucederles cualquier cosa, menos olvidarse de que el mundo sigue existiendo allá afuera.
La mayoría de la gente que se monta en un auto, ignora que esas cuatros ruedas avanzan sobre pequeñas calles que tambien utilizan personas que usan sus pies para transitarlas, u otras personas que tambien andan en carro.
En pocas palabras, el auto, si uno lo permite, hace florecer al verdadero imbécil que podemos llegar a ser:
Esta el hombre que usa el claxón para todo, para decir que ya llegó, o para gritar que ya se va, para saludar a la gente, para avisarle a toda la cuadra que ya llegó por ti, y que si no sales, seguirá usando el claxón para ver si algún vecino de buen corazón deja de cumplir sus obligaciones matutinas para ir a tocar a tu puerta y decirte “disculpe que lo despierte, pero creo que su amigo ya vino por usted”.
Esta el imbécil que piensa que es más práctico comprarse una camioneta para ponerle un estereo, que llegar a una fiesta con sus dos o tres discos favoritos, aquí caben los que dicen: “es que como siempre me pongo bien pedo y termino perdiendo mis discos, mejor me traigo mi camioneta”. Para terminar de completar la estupidez, el dueño de la discotroca siempre tienen amigos que dicen “ salte pa’ afuera, aca la fiesta está más chida”, yo digo que esta bien robarse la fiesta siempre que puedas, quitarle la fiesta al festejado y con más ganas al pobre solitario que la organiza, lo que no veo lógico es chingarle la fiesta a un grupo de personas y chingarles el sueño a los que nada tienen que ver con el entierro.
Pero, los grandes triunfadores en este rally de la estupidez son los que encienden el auto para platicar con el vecino que tambien ha salido en su auto con la intención de hacer lo mismo:
-qué onda guey?
-que onda guey?
-pues aquí nomas y tu?
-pues tambien aquí nomas, y tu?
-pues igual, y tu?
-pues no mas, y tu?
-pues tambien, y tu?
-como esta tu jefe?
-no pues igual, anda buscando con quien platicar
-si hace rato me lo topé, trae la troca, verdad?
-simón, qué te dijo?
-pues nada guey, que qué onda guey?
-y qué le dijiste?
-pues nada guey, que qué onda?
-y que te dijo
-nada guey, que qué onda contigo guey?
-a qué mi jefe
-ahí nos vemos guey, porque el guey de atrás ya empezó a pitarnos
- que se aguante el pendejo, mucha prisa ha de tener el guey
-oye y qué vas a hacer ahorita
-pues nada guey, ando buscando al Rulas
-por ahí anda en su carro, orita lo vi
-y qué te dijo
-nada guey, que qué ondas guey
-ah que pinche rulas, no cambia nada
-ahí nos vemos, este guey de atrás chinga mucho
-si ya lo oí
-nos vemos guey
-y qué guey, para donde vas
-al cantón, si quieres caile con unas chelas
-orale guey, aquí traigo unas
-pues luego luego, vamos a llegarle, yo traigo otras
-orale, ahí te caigo luego luego, deja nomas voy por mi morra
-todavía andas con la guera
-cuál guera, no simón, ahí te caigo…

Y así siguen, hasta que los claxóns ya no los dejan platicar y uno de ellos decide estacionarse frente a su casa y va por la novia que vive a un lado.