jueves, julio 17, 2008

Estar aquí
En este sitio por donde caminas ha muerto alguien, para ser preciso, fue asesinado, esa es la oración correcta, aquí sonaron los disparos, ahí todavía puedes ver la mancha de sangre, los restos y los rastros, el empleado de la farmacia echa agua con clorax y barre vigorosamente sobre el mismo sitio una y otra vez, como si remara sobre el rio de Caronte.
Hoy por la tarde la mancha se confunde con las otras, el helado de un niño, el vómito de algún enfermo, la soda que se cae, todas las manchas tienen en común el descuido, el accidente, el exceso de confianza, las tragedias siempre viajan en el borde de las costumbres, ahora estamos acostumbrados a esto, a que la gente caiga al suelo y a que después de eso la sangre deje una mancha parecida a la raíz de un árbol enfermo, moribundo, agonizante.
Retrato con puente
El hombre estuvo ahí todo el día, al menos eso creí, al parar frente al semaforo del puente Wyoming el hombre ya estaba sentado, en la tarde cuando regresé del trabajo aún estaba ahi. Como un viejo buda poco virtuoso encendía un cigarro tras otro, yo pensé que era un indigente como cualqier otro, pero no tenía ningún letrero que indicara eso, así que preferí creer que era uno de los tantos viajeros que paran bajo la sombra, pero aquí no había sombra alguna, salvo la caja de cables del tren y la barda de rocas amarillas, el hombre permanecía en su posición sin moverse sobre la alfombra de piedras rojas, ese color rojizo similar a la sangre seca y que refleja el sol y el calor como un montón de carbones muertos.
Así lo vi varios dias, hasta que una idea empezó a crecer en mi cabeza, ese hombre es un telefono, si le hablaba al oído, él me comunicaría con otra persona.
Así que un día le hablé directamente a la oreja
-hay alguien ahí?, bueno bueno, probando, probando, me escuchan?-
No pasó nada, asi que seguí mi camino, al otro día volví a intentarlo
-hay alguien ahí? me escuchan?-
El hombre sacó otro cigarro y lo encendió, los autos se detuvieron, la ciudad guardo silencio por completo, pude ver el polvo caer, jamás había visto a alguien fumarse un cigarro en tan poco tiempo, apago su cigarrillo y todo volvioó a moverse, me acerqué y me di cuenta que permanecía con la boca abierta, me acerque un poco más y percibí un sonido que salía de su boca, era todo el ruido de la ciudad, los autos, el sonido bajo el puente, todos los sonidos de la autopista salían de su boca, la cerró de pronto y el tráfico se detuvo, sacó otro cigarrillo y yo caí de espaldas, me quedé viéndolo, termino su cigarrillo y se puso de pie, yo no podía levantarme, me arrojó al suelo la cajetilla de cigarros y me dijo hasta luego. Yo me quedé ahí, sin poder hacer otra cosa que tomar la cajetilla, mi ropa envejeció en menos un minuto, me creció la barba en un instante, mientras miraba al cielo fui testigo de cientos de noches, el hombre de pie ahora era idéntico a mi, se acercó a mi oreja y me dijo
-Hay alguien ahí, probando probando, me escuchan?-
Todo comenzó a moverse
Con los libros no la libro
Cuando la lectura se vuelve una simple distracción y ya no hay nada de emoción o placer, es que algo anda mal, tengo tiempo que no puedo leer un libro completo, es más, ni siquiera puedo ir más allá de las primeras páginas.
La mayoría de las veces me molesta hablar de literatura, la pregunta de qué estoy leyendo ahora absurda e innecesaria, ¿realmente importa? Ahora envidio a todo aquel que sigue disfrutando un libro, todas las personas que muestras admiración y asombro ante la obra de un autor, me resultan admirables.
Me siento como una persona atada a una boya en medio del mar,mientras los otros siguen surcando el dichoso oceáno de la literatura y me comparte sus descubrimientos, yo sigo poniendo los mismos libros empolvados sobre la mesa, no es que sean malos, y tampoco los considero viejos, a mi ver, los libros no envejecen, los que van perdiendo el ritmo somos sus lectores, nada más triste.
Ahora busco entre mis libros algo con que distraerme y sólo eso, en parte me desespera, se que estoy buscando la vieja emoción de la sorpresa, pero todo me parece tan insipido, tan falto de algo y vuelvo a rendirme, el insipido soy yo. Para que la sorpresa exista debe haber disposición al asombro, yo no la tengo, ya no la tengo, la ciudad me ha devorado por completo, la familia me preocupa demasiado, en algún lado tropecé y caí en el pozo de los demás, los que no leen.
Algunos amigos me dicen que me fui resbalando poco a poco, y que jamás tomé la mano que me ofrecieron varias veces, creo que es cierto. Alguien puede decirme dónde queda la puerta? O por lo menos aventarme un lazo?