miércoles, diciembre 10, 2003

Objetos innecesarios en llamas


No se qué me movió a salir a la calle y buscar un basurero, menos lo entiendo ahora que el viento frio parece mas fuerte, aun así salí a buscarlo.
¿Qué tiramos las personas a la basura? mucha comida, pero tambien tiramos muchos juguetes, nuestros niños crecen a gran velocidad, de todas nuestras pertenencias la infancia es la primera en tocar el suelo: osos de peluche, muñecas de plastico, herramientas, todo pequeño, a nuestra medida: armas, disfraces, todo eso ahora parece tan inofensivo, como si nunca hubieran servido para algo, pero ¿qué cosas no construimos? ¿cuántas descomposturas no arreglamos siendo niños? y cuantas cosas no matamos y destruimos en nombre del bien, siempre en nombre del bien.
Un martillo de hierro con su mango de madera a medio quemar. Su dueño ya no es alguien que sueña, un equipo médico en miniatura derritiéndose, ese niño ya no juega a salvar a nadie. Todo era tan pequeño y tan grande en esos dias, cualquier cosa, casi cualquier cosa podia divertirnos.
Ahora esas sonrisas idiotas de esos animales de peluche, esa perpetua felicidad me parece grotesca, de qué se rien ahora pobres escombros de felpa y plastico, de qué se rien ahí destrozados, vencidos junto a la infancia perdida, convertidos en ceniza de basurero.
Hoy ya no protegen a nadie, no vencen a los fantasmas, ni a los miedos de nadie, de qué se rien entonces. Otros objetos ocupan ya su lugar y aun asi la sonrisa sobrevive, porqué no son como aquel oso que veo entre pedazos de cartón, oscuro y con esos circulos negros fingiéndole una mirada ausente, con esos plásticos negros que brillan con el fuego, resignados.
Pobres bestias de peluche, condenadas a sonreir, aun sin manos, tuertos, con el vientre reventado, con las costuras ardiendo, mostrando que no tienen corazon.
Dichosos ustedes que nacieron sin lágrimas, y que aun asi conocieron la sal de sus dueños, cuántas noches lograron detener el llanto de un niño, borrarles la pesadilla.
Como me causan envidia estos objetos sin vida que fueron capaces de consolar a un desconocido con su vacio, de parar el dolor de las pequeñas heridas, tan valientes para enfrentar el miedo de otro, siempre felices y tan inexpresivos, dichosos ustedes que durmieron tranquilos protegiendo a los débiles, a los nobles infantes de esta tierra, queridas y blandas criaturas, ardan en paz.

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