jueves, enero 15, 2009

La oscura maquina del rencor

Artl pone de ejemplo las tristes experiencias del joven Astier para demostrarnos que Dios ya no se ocupa de nosotros ni siquiera para jugar, y de ahí el rencor, la inclinación canalla y toda la rabia por venir.

Hace años que la trilogía de Roberto Artl vaga por mi casa, entre una mudanza y otra los libros terminaban lejos unos de otros, ahora en una caja, ahora en un cajón, traté de leer Los Siete Locos cuando lo tuve a la mano y luego Los Lanzallamas pero desistí de hacerlo, tenía que empezar por el principio y sin más opción que el optimismo y el azar, esperé a ese libro apareciera frente a mi ojos, y por fin un día dí con El Juguete Rabioso.
Tengo que admitir que para leer a Roberto Artl hay que tener algo de disposición, y realizar un leve esfuerzo para atravezar los primeros parrafos de una prosa indecisa entre lo romántico y el fresco arrabelero, luego de acostumbrarse a esa impreciso tono de bribón y heroe trágico, uno andará por esa novela reconociendo al fin a un verdadero canalla.
La juventud de Silvio Astier en el arrabal argentino de los años veinte es algo más que terrible, es una decepción perpetua provocada por la constante del fracaso, esta situación coloca al joven adolescente contra la pared y contra el mundo, entre la ingenuidad y el verdadero conocimiento del mundo Artl pone en los pasos de Astier su propia memoria y a traves de esa transcripción descarnada, nos muestra el origen de sus rencores: él mismo incapaz de cambiar su destino.
Y aunque al principio el capítulo de Los Ladrones me pareció una apología del crímen, conforme seguí leyendo admití que estaba equivocado, no hay ningún crimen en no trabajar como los demás, no es délito aprovecharse de otros, pues la vileza viaja de manera circular, ser ladrón es ser un eslabón más de la deteriorada cadena de podredumbre que es el humanidad entera:

…Sí, el dinero adquirido a fuerza de trapacerías se nos fingía mucho más valioso y sutil, impresionaba en una representación de valor máximo, parecía que susurraba en las orejas un elogio sonriente y una picardía incitante. No era el dinero vil y odioso que se abomina porque hay que ganarlo con trabajos penosos, sino dinero agilísimo, una esfera de plata con dos piernas de gnomo y barba de enano, un dinero truhanesco y bailarín, cuyo aroma como el vino generoso arrastraba a divinas francachelas

Ante la nada que se ofrece frente a él, el joven Silvio busca compañeros adecuados a su espiritu inquieto, nadie mejor que Enrique Irzubeta, mejor conocido como el falsificador, entre los dos realizan robos pequeños a veces sólo por el placer de hacerlo, pero eso les es suficiente para alimentar en ellos su espiritu transgresor, luego incluyen a Lucio y forman el Club de los Caballeros de la Medianoche, el único acto ruín que realiza este trio de miserables es robar la biblioteca de una escuela el golpe sale bien pero deciden disolver el club, mala decisión, al menos para Silvio Astier que ni siquiera imagina que su juventud desde ese momento tambien ha comenzado a disolverse.

De ahí en adelante el mundo es el ladrón, el bribón de poca monta que ha de arrebatarle todo optimismo al joven Astier, la vida será una ladrona que le robará el descanso y en sus ojos aún cerrados no dejará de ver la miseria que habita el mundo, odiará a los comerciantes y todo acto mercantil, pues de el supone que no hay negocio sin sacarle provecho al otro, rechazará a la sociedad entera que le niega las puertas doradas, la caricia de las doncellas, la dicha y la gloria, sus sueños no serán otra cosa que liberarse de todo esa marea gris que lo rodea, dejar de existir en ese mundo habitado por la miseria y el rencor, el sueño de Silvio es volver a esa libertad salvaje lejos de la urbe, sueña con bosques, con rios, con toda esa naturaleza que se ha desayunado el progreso cruel junto con sus levisimas esperanzas.
Andará Astier por la vida tratando de evitarla, incapaz de permanecer en un buen trabajo no regresa a casa y prefiere suicidarse, el destino acentua su tragedia y falla en el intento, regresará al mundo de los vivos considerándose un muerto, comprende que está fuera del plan de Dios pues este le ha negado incluso el milagro del infierno.
Al final la canallada que nadie espera, porque traicionar a un compañero de miseria sin ser obligado a ello no tiene otro nombre y ser consciente de lo que se hace y estar dispuesto a vivir con eso pues no es cuestión de cualquiera, sino de alguien que está dispuesto a perdonárselo todo, alguien que ha sido escupido por Dios y rechazado por el diablo, alguien cuya alma no vale un cobre. Despúes de ahí el joven Astier desaparece para siempre dispuesto a confundirse sin dificultad en una ciudad llena de canallas como él.

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