Postales del invierno (que vendrá)
Siempre que voy a pagar el gas se me junta con el recibo del agua, del gas al agua hay unas ocho cuadras que recorro a pie, hoy hace frio y por fin siento al invierno acercarse, el viento helado y el cielo entre blancos y grises me trae a la memoria mis recorridos adolescentes por la ciudad.
Desde joven tuve una extraña aprensión por los edificios abandonados, ese centro que no conocí de niño, lo terminé recorriendo en solitario, y sólo una vez, de la mano de una mujer, mi paseo dominical comprendia desde el malecon hasta la vicente guerrero, pasando como un crucigrama de la lerdo a la constitución, de la Francisco Villa a la 2a de Ugarte, este paseo de pagar facturas me hace caminar sobre la 16 de sept, desde Bolivia hasta Lerdo, lo primero que hay en mi camino es un viejo edificio de departamentos en el que creo me hubiera gustado vivir, el lugar es alto, y sólo se alcanza a adivinar un patio que desde el cuarto piso solo ha de parecer el piso adoquinado de un abismo.
El camino se supone, siempre es el mismo, sin embargo, hasta hoy me he percatado de que abandono avanza como esa nube que ahora estoy mirando, muchos negocios están cerrados, tapicerias cerradas, tiendas cerradas, casi paso esa calle imitando (o recordando) a Reinaldo Arenas, pero a diferencia del texto aquel, los letreros no existen, a lo mucho un se vende, o se renta, pero mis ojos encuentran las maderas clavadas en las ventanas, carteles de lucha libre, y mas tablas, las manijas de las puertas envueltas en alambre y sogas, porqué están esos extraños malabares alrededor de las manijas: parece que el que cerró esa puerta lo hizo con la intención de no volver a entrar.
La libreria cristiana está abandonada, de hecho ahora tiene un letrero de abarrotes, pero esta vacia, los grandes ventanales ovalados van quedando sin vidrios, el polvo y la basura comienzan a acumularse, mis ojos se detienen en los enchufes, solos, como el rostro de una caricatura muerta. La panaderia de constitucion y 16 sigue de pie, tenia ganas de entrar, pero a qué, ¿a recuperar un pedazo de infancia?, ¿a retener en mi nariz el olor de levadura azucarada, leche hirviendo y sal entre las charolas? no pude, no me atrevi a darme ese golpe que me sé de memoria.
En lerdo, ya casi llegando a vicente guerrero mis ojos se detiene a verle los huesos a un estacionamiento publico de tres pisos, es de todo el centro la construccion más nueva, se ve peor, con las barillas retorcidas, los pedazos de concreto sin pulir, nada de enjarre, el oxido apareciendo sobre el rojo ladrillo del acero, parece como si se le hubiera maldecido desde que inició su construcción, condenado a ser viejo, a no tener juventud.
De pronto he caído en la cuenta de que en mi adolescencia, yo buscaba las ruinas, el abandono de las construcciones, pero ahora, esta acumulación de desamparo me sale al paso, ya no hay necesidad de salir a buscarla, las ventanas vacías, las casas rotas, la ciudad no se borra, ni se dibuja en ese manto gris que el invierno me descubre, la ciudad aparece y nada más.
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