viernes, marzo 18, 2005

Señales


La única superstición que tengo es la de no dar el salero en la mano, me gusta porque mi madre la impuso en casa, entonces cada vez que la hago recuerdo las comidas en casa de mis padres, tal vez por eso, y sólo por eso, sigo con la superstición, las demás las ignoro totalmente, la sombrilla mortal, el usar por cielo una escalera, los gatos negros me gustan y eso es por parte de mi padre, aquella vieja canción de El gato negro es una de mis favoritas, el asunto es que con el tiempo uno deja de creer en lo que los demás creen, se vuelve uno la excepción y de esta forma uno va perdiendo vinculos con el mundo, por ejemplo la película Constantine sólo me resultó una historia fantástica algo entrenida "cuando uno ha rechazado a la iglesia católica y se mantiene al margen de la religión cristiana, esas películas ya no tienen tanta gracia.
Recuerdo que de joven creía en casi cualquier cosa, me gustaba la idea de que nuestras vidas dependen de otras cosas, que el destino me era ajeno y que ya había una vida escrita para mi, me gustaban los horoscopos anuales, me llamaba la atención el tarot y todas esas madres, pero como siempre, lo mío era de forma distinta.
En cuanto a lo del tarot mis intenciones rebasaban el azar, lo mio era el tarot callejero, jamás acudí a un lectura de esta cosa, pero si encontraba una carta de naipes en la calle siempre trataba de encontrarle un sentido: tres de copas = celebración, tres de oros = lana, tres de espadas = traición, igual si encontraba corazones negros, diamantes y esas cosas, después cuando me encontraba cartas de la lotería tambien trataba de encontrarle un significado, nunca lo encontré pero era más interesante, la única vez que vi con claridad el mensaje fue una vez vomitando en la banqueta teniendo en la cara la carta rota de el borracho.
Otro misterio era encontrar fotografías, de niños, de familias, de mascotas, el odio era claro cuando la foto encontraba hecha trizas, pero me parecía extraño que alguien expresara tanto rencor en ese acto, recuerdo en especial una foto rota con cuidado, faltaba el rostro de un niño, en la foto estaban la madre y la abuela, lo que faltaba era el rostro del niño, la obviedad del gesto no necesita explicación.
Esa juventud de pasarme con los ojos en el suelo me recuerda las mañanas en que saliamos todavía borrachos a buscar algo de comer, regresabamos con los alimentos y sacando objetos que encontrabamos tirados en la calle: un reloj roto, una fotografia, la página de una historieta, un arete, pareciamos unos piratas retirados y enloquecidos, pero siempre consideré a esa rutina mejor que la monotonia de comprar un diario, sigo buscando objetos en el piso, creo que el destino está escrito ahi, en el asfalto están las señales del futuro: la tristeza, la desgracia, la ruptura, no creo que mi vida esté escrita en el cielo, mejor seguir con la mirada descifrando los rastros del infierno. De frente, no hay muchas cosas que valga la pena ver. Salvo algunas vidas incorruptibles

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