jueves, julio 17, 2008

Con los libros no la libro
Cuando la lectura se vuelve una simple distracción y ya no hay nada de emoción o placer, es que algo anda mal, tengo tiempo que no puedo leer un libro completo, es más, ni siquiera puedo ir más allá de las primeras páginas.
La mayoría de las veces me molesta hablar de literatura, la pregunta de qué estoy leyendo ahora absurda e innecesaria, ¿realmente importa? Ahora envidio a todo aquel que sigue disfrutando un libro, todas las personas que muestras admiración y asombro ante la obra de un autor, me resultan admirables.
Me siento como una persona atada a una boya en medio del mar,mientras los otros siguen surcando el dichoso oceáno de la literatura y me comparte sus descubrimientos, yo sigo poniendo los mismos libros empolvados sobre la mesa, no es que sean malos, y tampoco los considero viejos, a mi ver, los libros no envejecen, los que van perdiendo el ritmo somos sus lectores, nada más triste.
Ahora busco entre mis libros algo con que distraerme y sólo eso, en parte me desespera, se que estoy buscando la vieja emoción de la sorpresa, pero todo me parece tan insipido, tan falto de algo y vuelvo a rendirme, el insipido soy yo. Para que la sorpresa exista debe haber disposición al asombro, yo no la tengo, ya no la tengo, la ciudad me ha devorado por completo, la familia me preocupa demasiado, en algún lado tropecé y caí en el pozo de los demás, los que no leen.
Algunos amigos me dicen que me fui resbalando poco a poco, y que jamás tomé la mano que me ofrecieron varias veces, creo que es cierto. Alguien puede decirme dónde queda la puerta? O por lo menos aventarme un lazo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi estimado Solzimer, te entiendo a la perfección, por primera vez en mucho tiempo, coincido en el total argumento de este post, un espejo de la misma realidad que me toca vivir.
Quizás no haya necesidad de tender lazos para salir del pozo, tal vez ahora que las historias dejaron de ser fantásticas, en esa oscuridad nos pende la obligación y el deleite de generar nuevos contactos con la realidad y el delirio a través de la voz propia, asumiendo la voz del que no lee, pero aprende a interpretarse en la vida. Chale ya no sé ni qué chingaos dije, usté me entiende...